
SOROLLA. VIAJAR PARA PINTAR
Joaquín Sorolla está considerado como uno de los máximos exponentes de la pintura española de corte impresionista. Con motivo del centenario de la muerte del artista valenciano, el Consell de Mallorca presenta una exposición exclusiva con 12 obras que el pintor realizó durante su estancia en la isla. La exposición, que forma parte del proyecto «Sorolla Viajar para pintar», tendrá lugar en el Museo de Mallorca desde el 3 de junio hasta el 8 de septiembre y es un acontecimiento que, a mi parecer, no debe perderse, no solo porque le dará la oportunidad de ver algunas hermosas obras de arte, sino porque también puede ser una oportunidad para pasear y echar un vistazo a los lugares donde se realizaron esas bellas pinturas: Valldemossa. Pollença y Cala San Vicenç, para empezar.
Pollença y Cala San Vicenç se encuentran en el norte de Mallorca, a aproximadamente 1 h del centro de Palma, y les aseguro que ambas merecen la pena, recorriendo la extraordinaria ruta panorámica que termina en Cap de Formentor. Pollença es un antiguo pueblo rural, rico en historia, monumentos, playas, torres y reservas naturales. Cala San Vincenç, en cambio, es una pequeña bahía excavada entre las rocas, que cuenta con una hermosa playa con acantilados sobre el mar y que, a pesar de su ubicación y de la apertura de algunas actividades de alojamiento voluminosas, no es un lugar superpoblado que ha conservado en parte su encanto de antaño. Mirando al mar cristalino, dejando atrás la modernidad, aún se pueden ver los rasgos de las rocas dibujadas por Sorolla en su famoso cuadro «Cala de San Vicente».
Valldemossa, por su parte, es un hermoso pueblo inalterado a solo 20 km de Palma. También aquí la carretera para llegar es de gran atractivo, a través de bosques y colinas que atraviesan la Sierra de Tramuntana hasta divisar una elevación con un pequeño pueblo de casas de piedra de colores uniformes. Aquí el tiempo parece haberse detenido, como en los cuadros del maestro Sorolla, verdaderos apuntes de viaje que el artista traslada al lienzo, como si fueran un recuerdo imborrable de la magnificencia de los lugares visitados. Estas obras, que representan a Mallorca y al Mediterráneo, fueron los últimos cuadros de Joaquín Sorolla, un hermoso testamento del tiempo y de la belleza de la isla en su cotidianidad. Fue enviado a Mallorca para descansar y encontrar la paz tras una vida de trabajo, estudio y viajes, pero ante la gran belleza de la isla le resultó imposible permanecer impasible y no verse envuelto por los colores de su mar y su luz, que le movieron a crear nuevamente.
Merece la pena verla.