
Érase una vez, la Navidad en el Bonsol
Érase una vez un hotel familiar que, incluso en temporada baja, volvía a abrir sus puertas para celebrar la Navidad. Permítanme este inicio de cuento de hadas, ya que, al fin y al cabo, cada relato es una historia que se transmite de generación en generación. Hace años, a pesar de no ser una decisión económicamente rentable, el Bonsol reabría en diciembre, tras un breve cierre en noviembre, para conmemorar estas fiestas. Aquella tradición llenaba de alegría a todos los clientes que deseaban pasar la Navidad en un lugar que se sentía como un “hogar lejos de casa”.
Al principio, no lograba entender el encanto de una celebración navideña de este tipo. Sin embargo, hace unos días, un cliente habitual que lleva más de una década visitando Mallorca compartió conmigo sus recuerdos de “la Navidad del Bonsol”. Sus palabras me dibujaron una imagen inolvidable:
“Era exactamente como visitar a la familia. Se sentía como una familia ampliada. Saludabas, conocías e incluso abrazabas a los vecinos de tu mesa, compartiendo profundos sentimientos de amistad y festividad con todos los presentes.”
Existe un dicho que afirma: “La Nochevieja se celebra con quien uno quiera, pero la Navidad, con la familia.” Como italiano profundamente arraigado en las tradiciones, me resultaba difícil comprender cómo un momento tan íntimo y familiar podía compartirse con quienes, al fin y al cabo, eran clientes del hotel.
Impulsado por la curiosidad, decidí acudir a Don Martín Xamena para que me contara más sobre esta extraordinaria tradición. Con una luz especial en los ojos, comenzó a relatar:
“Todo el hotel se decoraba en tonos rojos y verdes, adornado con las hermosas decoraciones de mi esposa Lorraine. El aroma a canela te recibía nada más cruzar la entrada. Las chimeneas estaban encendidas y, si no fuera por el mar a escasos metros, cualquiera habría pensado que estaba en un refugio de montaña. Al entrar al Bonsol, te envolvía una auténtica atmósfera navideña. Para nosotros, los clientes no eran simplemente amigos: se convertían en familia. Era un momento de gratitud, de compartir felicidad y emociones sinceras. Nos reuníamos, nos mirábamos a los ojos y nos deseábamos lo mejor…”
Mientras escuchaba las palabras de Don Martín, no solo comprendí por qué esta celebración tenía un atractivo tan especial, sino que también deseé haber podido vivirla en primera persona.
Lamentablemente, esta tradición Navideña no pudo continuar. El aumento en el precio de los billetes de avión, la reducción de vuelos directos a Mallorca y la dificultad de encontrar personal dispuesto a trabajar durante las fiestas hicieron inviable seguir celebrando la tan amada “Navidad del Bonsol”. Sin embargo, algunos clientes fieles se han negado a permitir que esta tradición desaparezca por completo. Aunque ahora se alojen en hoteles cercanos, siguen reuniéndose con la familia Xamena para el almuerzo de Navidad, asegurándose de que el calor, la alegría y la conexión compartida de aquellas inolvidables Navidades en el Bonsol sigan vivos.
En sus corazones—y ahora también en el mío—ese tiempo y lugar permanecen como un símbolo de la auténtica magia de la Navidad.