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El vuelo de los estorninos

Este año, con la llegada del frío a Mallorca, también llegaron los estorninos. En invierno, estas aves que en verano habitan el norte y el este de Europa migran hacia el sur del continente, estableciéndose en Italia, Francia y, por supuesto, España.

Hasta hace algunos años, su presencia en la isla se limitaba a ciertas zonas específicas, como la reserva de S’Albufera. Sin embargo, el año pasado comenzamos a notar que algunos ejemplares elegían los pinos mediterráneos de los jardines del Hotel BonSol como hogar temporal, antes de emprender nuevamente el viaje hacia sus territorios de nidificación entre febrero y marzo.

Este año, algo ha cambiado. Quizás el mismo “boca a boca” (versión pre-redes sociales) que durante décadas ha guiado a nuestros huéspedes hasta el hotel BonSol, también haya llevado a miles de estorninos a Illetas y, en especial, a “nuestros” pinos. Lo cierto es que, de un momento a otro, nuestros jardines se convirtieron en un auténtico santuario para estas aves, que durante unos meses han sido clientes del BonSol.

Cada día, desde el inicio de 2025 y hasta principios de febrero, su rutina ha sido inquebrantable: comenzaban a cantar a las cinco de la mañana y, entre las ocho y las ocho y diez, emprendían el vuelo, formando en el cielo esas hipnóticas figuras que les caracterizan. Los expertos afirman que estas danzas aéreas sirven para desorientar a los depredadores, del mismo modo en que los bancos de peces se protegen en el mar. Pero a nosotros nos agrada pensar que se trata de un regalo de la naturaleza, un espectáculo sublime que nos invita a volar alto, incluso mientras mantenemos los pies en la tierra.

Al caer el sol, tras pasar el día en los campos o surcando el cielo, los estorninos regresaban a sus “habitaciones” en el BonSol. Entre las cinco y las seis de la tarde, el bosque se convertía en un escenario de bulliciosas disputas por los mejores puestos en los árboles. Una de las peculiaridades de estas aves es su asombrosa capacidad de imitación: los estorninos pueden reproducir los cantos y sonidos de otras especies, lo que ha transformaba la banda sonora del BonSol en una sinfonía digna de una exuberante jungla tropical.

Por supuesto, no todo es idílico. Se trata de aves gregarias y, en muchos lugares, son consideradas una especie invasora. En algunas ciudades se han implementado medidas para evitar su asentamiento, como la instalación de altavoces con sonidos de aves rapaces o incluso cañones de fogueo para ahuyentarlas.

En las zonas urbanas, el principal problema radica en sus excrementos, que pueden acumularse y volver resbaladizo el suelo, causando molestias a peatones y conductores. En el entorno rural, la preocupación se centra en la protección de los cultivos.

A pesar de estos inconvenientes, no podemos, sino sentirnos agradecidos de que los estorninos hayan elegido el BonSol como refugio temporal en su travesía. Nos gusta pensar que han encontrado en nuestro pequeño rincón de paraíso el mismo oasis de paz y tranquilidad del que, durante más de setenta años (y esperamos que por muchos más), han disfrutado nuestros huéspedes.

A lo largo de la historia del BonSol, los estorninos quizá no hayan sido nuestros mejores clientes, pero estamos preparados para recibirlos cada año con las “alas abiertas” como fieles visitantes, si deciden volver a elegir la biodiversidad de nuestros jardines para pasar su temporada de descanso (y la nuestra). Nos reconforta pensar que, al ofrecerles los mismos árboles que brindan sombra a nuestros huéspedes en los cálidos meses de verano, de alguna manera estamos devolviendo a la naturaleza una pequeña parte de lo mucho que nos da.

¡Hasta el próximo año, queridos estorninos cantarines!