
DESCONECTAR PARA VOLVER A CONECTAR
En una revista especializada leí por casualidad que la nueva frontera del turismo es la desconexión. Esto lo tiene más o menos claro todo el mundo, los que se van de vacaciones quieren relajarse y descansar del estrés del trabajo, el tráfico y el ritmo acelerado de la vida urbana o simplemente disfrutar de un buen rato con la familia.
Vacaciones desconectadas para volver a conectar con uno mismo. De hecho, esta nueva tendencia no se trata sólo del muy justificado deseo de hacer una pausa en nuestros múltiples compromisos diarios, sino de desenchufar los cargadores de nuestros teléfonos móviles, en general una desconexión de todos los aparatos electrónicos ya sean segundas pantallas o televisores, en definitiva que seamos nosotros mismos, por una vez, los que nos pongamos en modo avión sin interferencias multimedia. Hay hoteles que no tienen televisión ni wifi como elección, hoy en día no hace falta irse a una ermita para buscar la desconexión, a veces basta con dejar el móvil en casa y volver a deleitarse con una puesta de sol, prestándole atención plena y vivir ese maravilloso momento en sintonía con nosotros mismos sin sentir necesariamente la necesidad o el impulso de fotografiarlo.
¿Cuántas veces ante los bellos colores de la mañana hemos puesto una cámara entre nosotros y el cielo? Si no filmamos algo, parece como si ese algo no existiera, en cambio está ahí, delante de nosotros, con toda su fuerza. Recuerdo una hermosa puesta de sol en Formentera, el sol parecía una canica roja tragada por el mar, los colores eran extraordinarios y en esos pocos instantes más o menos todos los presentes para filmar ese momento se lo habían perdido. Han pasado casi veinte años desde aquel día y las cámaras de los teléfonos móviles filmaban con muy pocos píxeles, no había estabilizadores y las manos se movían en alto como para enfocar mejor lo que realmente se iba a vivir y no a grabar. ¿Cuántos hoy, tantos años después, habrán tenido ganas de volver a ver aquellas imágenes mal pixeladas y borrosas de un sol poniente en las Baleares? Probablemente se habrán perdido o se habrán quedado en la memoria de un viejo Nokia y nunca se habrán transferido a un disco duro…
Cuando no había teléfonos móviles, había cámaras, pero no hacíamos fotos de todo (y mucho menos de las cosas que comíamos) sino que la foto representaba un momento catártico, un testimonio de un lugar, un objeto de papel que se convertía en un símbolo, así que las vacaciones viajaban en nuestra mente y en algunas fotos (de papel) y no en memorias remotas o en la nube, eran recuerdos a los que nos apegábamos y quizá por ello existía la necesidad de llevarse a casa un poco de esas vacaciones.
Todo esto es para sugerirles que disfruten de sus vacaciones y dejen el teléfono en el bolso, para frenar el ritmo frenético de la vida cotidiana ya que a veces basta con no mirar la pantalla, así que queridos amigos, disfrutemos de este mar de postal con sus aguas cristalinas, la realidad sin filtros es mucho mejor que cualquier photoshop, y si quieren materializar sus recuerdos, llévense a casa un trocito de sus vacaciones en forma de objeto: ¡Buen Sol a todos, o mejor dicho, BonSoul!